El dia que abandoné la autoexigencia, pude acogerme a mi

Durante muchos años sentí que no encajaba. Ya en mi familia decían:
- "Es que es muy sensible..."
- "Es que es un niño un poco diferente..."
​
Yo también lo notaba: sentía más que los demás.
Me afectaban cosas que a otros no. Me emocionaban detalles que otros ni veían.
​
Eso me hizo sentir diferente.
Y lo diferente, cuando no se valida, se vive como un defecto.
​
Fruto de no sentirme suficiente, empecé a exigirme más y a mostrar menos. Me esforzaba por hacerlo todo bien, por ser el hijo perfecto, el amigo perfecto, el hombre perfecto.
Detrás de esa exigencia no había fuerza, había miedo: el miedo a no ser suficiente tal como soy. Traté de esconder mi sensibilidad y ganarme el amor desde ser impoluto, perfecto. Pero cada vez me sentía más oprimido...
Hasta que un día me cansé de luchar conmigo mismo.
Descubrí que la sensibilidad no es un fallo: es una brújula.
Una guía que te muestra lo que es verdadero en ti.
Y comprendí que no tengo que ganarme el amor siendo perfecto.
Porque el amor no se gana, se reconoce. Y empieza por uno mismo.
​
Hoy acompaño a otros hombres sensibles que, como yo, aprendieron a esconderse para ser aceptados. Y están listos para dejar de exigirse y empezar a habitarse desde su autenticidad.
​
​

